El ciclo anual del olivo: el crecimiento del fruto
Actualizado: 14 mar
Una vez que la floración de los olivos ha llegado a su fin, las flores que han sido fecundadas se desprenden de todos sus pétalos. En ese momento comienza una nueva etapa en el ciclo anual del olivo que, en este caso, avanza hacia la formación de las aceitunas.

Este proceso recibe el nombre de cuajado y tras él se produce una caída natural de aquellos nuevos frutos que el árbol será incapaz de alimentar en un futuro. Esta curiosa selección supone la eliminación de, aproximadamente, la mitad de ellos. De esta manera se garantiza el equilibrio que todas las plantas necesitan para asegurar su reproducción y supervivencia.
Este fenómeno se produce alrededor del mes de junio y, hasta su completa maduración en noviembre, los frutos han de superar dos periodos de desarrollo: el rápido crecimiento y la acumulación de reservas. Estas fases están delimitadas por un momento clave, que coincide con el endurecimiento del hueso aproximadamente en el mes de julio. A continuación vamos a tratar de explicar cómo se produce la primera de ellas.
Preparándose para el verano
Cuando la floración ha culminado a finales de mayo y la primavera se prepara para dar paso al verano, las temperaturas se vuelven más cálidas y el número de horas de luz se incrementa. En este periodo, el suelo acumula las reservas de agua necesarias para afrontar el estío, que siempre se anuncia cálido y seco. En esos instantes, el olivo alberga sobre su copa una futura cosecha que ha de alimentar, engordando sus frutos para que, al final de su ciclo, transformen en aceite las reservas que han acumulado en su pulpa.
En el mes de junio se produce el cuajado del fruto
Este reto no resulta nada sencillo porque, paralelamente a la evolución de sus aceitunas, el olivo debe hacer crecer sus nuevos brotes para que se conviertan en ramillas con hojas también nuevas. Sobre ellos, volverá a producirse la floración durante la siguiente primavera.
De esta manera, el árbol debe apresurarse y aprovechar inteligentemente el agua y nutrientes del suelo, pues una vez que las temperaturas alcancen sus máximos provocarán en él una parada transitoria de su actividad.
Multiplicación celular
En el ámbito botánico, los frutos del olivo reciben el nombre de drupas. Cada una de ellas está provista de un epicarpio, correspondiente con la piel fina que recubre la aceituna; un mesocarpo, que equivale a la carne donde se acumula el aceite; y un endocarpo, que se identifica con el hueso leñoso, que aloja en su interior un embrión o futura semilla.
Antes de que ese hueso comience a endurecerse, se produce en el fruto una multiplicación celular intensa, que será la que decida el tamaño final. Este fenómeno está condicionado por la genética y la edad del olivo, si bien también influyen las características de la campaña y del tipo de cultivo. En este sentido, cuando se registran mayores índices de humedad en el suelo, la multiplicación de las células también es mayor y, por tanto, la aceituna alcanza un tamaño más grande y acumula más azúcares y otras sustancias de reserva.
Puedes consultar las fases previas del ciclo anual del olivo, como la brotación y la floración.
